Diosas de adorable epidermis
Muchos años dedicados al estudio de la anatomía te permiten esbozar de memoria la figura en movimiento o interpretar a alguien a partir de una fotografía, sin que se advierta ese hieratismo casi consustancial a la instantánea que inmoviliza el momento.
Pero lo más gratificante y enriquecedor es la pintura o el apunte del natural. Me encanta pintar a las mujeres que posan para mí y, estudiándolas, siempre aprendo algo nuevo. El cuerpo de mis modelos no necesita del artificio de las metáforas, es como un volcán, que ostenta una vida interior, que podemos aprehender por la contundencia de su naturaleza sumada a las más sutiles manifestaciones, y una apariencia exterior, en gran medida, consecuencia de cuanto alienta dentro y, a su vez, sujeta a los imparables cambios propiciados por la luz y el entorno que determinan la síntesis de nuestra percepción. Ni siquiera la pintura más realista puede suplantar al motivo que la inspira. Pero lograr que unas manchas, que nuestra intuición distribuye por el lienzo con aparente incoherencia, aludan inequívocamente a la belleza que ante mí se produce, es algo que me estimula y satisface como pocas cosas en la vida.
¿Quieres posar para mí? Lo que más me importa es que tengas un buen carácter. Después, que luzcas una cara bonita y agradable. Y también, un cuerpo de armoniosas proporciones y esplendente apariencia. Las dos primeras hermosas condiciones pueden acompañar toda la vida, pero la otra belleza, la efímera, es más frecuente con la juventud. Te necesito un par de sesiones de dos o tres horas para pintar cada cuadro. Te pinto en once cuadros. Uno para ti y diez para mí. ¿Te interesa? Escribe o llámame y nos vemos.
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