El placer de conjugar emociones
Cubiertas del número 52 de la revista literaria MOLÍNeA.
En MOLÍNeA no pagamos cuotas ni tenemos carnet, ni presidente, ni estatutos…
No contamos con ninguna subvención y tampoco con ninguna servidumbre.
Cada autor manda su cuento o poema o poemas, hasta 4 o 5 hojas de word, que se convierten en 8 o 10 de nuestros cuadernos. Cuanto más breve, mejor. Pretendemos, así, que cada cuaderno no contenga demasiadas páginas, de manera que nos dé tiempo a leer los trabajos de todos nuestros compañeros, pudiéndolos comentar en las reuniones que, a tal efecto, celebramos un mes después de la aparición del cuaderno, en la casa de algunos de los cofrades, que se ofrecen para ello, invitándonos a merendar o a comer una suculenta paella de verduras, y, de este modo, nos vamos conociendo un poco más. Si el cuaderno no tiene demasiadas páginas, también nos cuesta menos, lo que nos permite reservar unos cuantos ejemplares para repartirlos entre los amigos con los que compartimos la bendita adicción a la lectura.
Al mismo tiempo que remite su texto, cada escritor dice cuántos ejemplares quiere reservar de ese cuaderno cinco como mínimo. Y pagamos esos cuadernos reservados más dos que no recibimos, porque los destinamos a las bibliotecas públicas, al depósito legal y a darlos a otros escritores para que conozcan nuestros trabajos y, tal vez, se animen a acompañarnos en nuestros siguientes cuadernos. O sea, que, si reservas 6 ejemplares, pagas 8. Y si reservas 10, pagas 12… en una cuenta que tenemos para ello, a fin de que, entre nosotros, las cuentas estén siempre claras. Los últimos cuadernos nos están saliendo a 5 euros cada uno. Por tanto, nuestras ediciones se reparten entre los cofrades de esta alegre cofradía y quedan agotados al instante, porque no se pone a la venta.
¿Queda claro que no existe el ánimo de lucro? Nadie cobra un céntimo por publicar sus trabajos en MOLÍNeA.
Si quieres unirte a nuestra alegre cofradía, envíale tu dirección electrónica a Irel Bermejo, que es la encargada de convocarnos por correo electrónico y coordina todas nuestras actividades: irelfaust@gmail.com
O a mí mismo: juan@espallardo.com
¿Cómo surgió «MOLÍNeA»?
La vida de alguien que se expresa con el dibujo y con la narrativa está abocada a una sucesión de publicaciones.
Mi amiga Ester Monserrate, vegetariana y poetisa, arrebatada por un cáncer, nos invitaba a los amigos a probar lo mejor de su cocina y, con los postres, nos leía poemas. Aquellas reuniones, a las que unos acudían para comer y otros para ligar, se enriquecieron con la aportación de otros aficionados a la literatura y yo me encargué de dibujar una cubierta a modo de carpeta en la que barajar los textos fotocopiados, que nos intercambiábamos, de cada uno de los participantes. Eran «Los cuadernos del Foro», de los que sacamos cuatro o cinco números, rotando las reuniones y las comilonas y meriendas por las casas de otros integrantes del grupo.
Poco después, conocí a Paco López Mengual, que se interesó en tomar parte en aquella experiencia, pero Ester estaba ya gravemente enferma y la siguiente reunión se iba posponiendo… hasta que ella murió.
Paco me dijo que por qué no retomábamos la idea. Y así surgió «La Molineta», de la que celebramos los primeros encuentros, con té y galletas de chocolate, en su casa, que está en la urbanización de ese mismo nombre, a las afueras de Molina de Segura. Nueve cuadernos en fotocopias, tan cutres y tan hermosos como los de «El Foro». Hasta que Elías Meana nos propuso que le enviáramos a él nuestros textos por correo electrónico. Los maquetó, uniformizando el tipo de letra y los formatos, y la copistería nos entregó un cuaderno muy aparente con gusanillo. Entre los que se iban incorporando, dos diseñadores gráficos, Juan de Dios Sáez Clavijo y Julia Robles, se ofrecieron para mejorar considerablemente la maquetación y editar nuestros cuadernos en impresión digital, reduciendo el tamaño, más manejable, con las portadas a todo color y con el lomo de cualquier libro que se precie. Siete cuadernos.
El grupo creció, se constituyó una asociación… y, en un momento dado, por fuertes discrepancias, nos fuimos la mitad de los integrantes. Podíamos haber seguido con el mismo nombre, puesto que la junta directiva abandonaba. Pero preferimos arrancar de nuevo y con nuestras propias fuerzas. El mismo día que estaba prevista la salida del cuaderno nº 18 de «La Molineta», que no vería la luz hasta cerca de un año más tarde, aparecía el primero de «CuentaMolina».
El intento de prolongar las discrepancias anteriores en este nuevo proyecto por parte de uno sólo de los integrantes, nos indujo a dejarlo y empezar con uno nuevo, al que únicamente invitamos a quienes consideramos que se dejan fuera los conflictos y vienen a disfrutar del entusiasmo compartido por la literatura. Cincuenta y dos cuadernos de «MOLÍNeA». Y seguimos, puntualmente, cada dos o tres meses.